Es increible como funciona nuestra mente. Cuando viajamos fuera, sobre todo si se trata de una cultura diferente, todo nos llama la atención. Cada detalle, cada gesto cotidiano en la vida de ese lugar nos parece extraordinario.
Sin embargo cuando nos movemos por nuestro pueblo, por nuestra ciudad, vamos como con una venda en los ojos totalmente ajenos a las curiosidades que nos rodean.
Ayer, hice algo parecido a una visita turística por Bilbao. Sí, por calles que he paseado mil veces, junto a edificios que creía haber visto otras tantas. Sin embargo, al llegar a la catedral me dijeron que me fijara en los enormes contrafuertes que hacen las veces de pórtico.
Para mi sorpresa estos tienen una gran inclinación, cual torre de Pisa.

A la hora de hacer fotos a veces nos pasa lo mismo. Intentamos buscar un objeto singular, algo especial y nos olvidamos de que en la cosa más simple y cotidiana puede estar esa foto imaginada.