A pesar de eso la costa se encontraba plagada de gente, cámara en mano, captando esta tremenda demostración de lo que la mar puede llegar a hacer.
El ciclón pasó por Euskadi de madrugada con vientos de hasta 180 kilómetros por hora en la mar -una máxima de 167 kilómetros en el interior, en Balmaseda-, lo que levantó olas de hasta 21,5 metros en Matxitxako, un valor absolutamente inédito en las estadísticas que se acumulan en las administraciones vascas.
Las consecuencias fueron árboles derribados, calles cortadas en multitud de localidades vascas y el fuerte embate de las olas contra rompeolas, diques y toda la franja del litoral.
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